Escóndete de mí cuando anochezca,
me esperan tu cabello y blanco cuello.
No habrás de conocerme en mi resuello,
no habrás ni de notar cuando aparezca.
Muy junto ya de ti, de tu cabello,
sin prisa te daré -aunque amanezca-
mi música y haré que te parezca
cual sueño nada más, sutil y bello.
Y oirás un leve aullido, suavemente.
Un vértigo sin nombre habrá de atarte
sin miedo, eternamente, a mi simiente.
En giros espirales, sin matarte,
te di la vida eterna, permanente,
te di la Eternidad... por adorarte!
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